La regadera había hurtado sus lágrimas
gota por gota
grito por grito
lamento por lamento
para verterse luego sobre ella y apretarle la garganta.
La ducha fue larga igual que el desamparo
y el jabón insuficiente para desvanecer la sal que la azotaba
¡¿A qué hora se acaba éste chorro?!
¡¿Quién o qué lo abastece?!
¡¿Por qué no limpia mi pecho?!
El borbotón galopa y galopa con fuerza.
Ella parece cansada
cascada.
Cierra la manija, la exprime, la prensa
y un hilo de agua afligida le teje el cabello.
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